Little Silly Boy [Dougie]

Suspiré, notando como mi grado de aburrimiento aumentaba por momentos. No podía colocarme de otra forma más complicada en el sillón; aunque tampoco hice un esfuerzo para ello. Mi brazo colgaba por el sillón y mi pierna estaba subida por el respaldo; pareciendo así que me había sentado al revés. Danny paseó por el salón, en busca de algo que a mí no me interesaba; pero no pude evitar pasear mi mirada por donde él pasaba. En ningún momento se me quedó mirando ni mucho menos me preguntó por mi extraña postura, me ignoró cual perro abandonado. Otro suspiro salió de mis labios, creando así cierta desesperación por salir de aquella nueva casa; rodeada de cajas todavía cerradas, la mayoría mías a causa de mi vaguería. Inmediatamente me coloqué bien sobre el sillón y me dirigí hacia la puerta, para curiosear un poco por Los Ángeles. Iba a vivir una temporada allí, debía acostumbrarme a todo aquello.

Introduje mis manos en los bolsillos, curioseando expectante aquella ciudad; un tanto impaciente a decir verdad: parecía un niño pequeño que salía por primera vez a la calle. Si, era fácil acostumbrarse a todo aquello; tampoco era tan diferente a lo que veía todas las mañanas. ¡Ya sabía! Debía ver el paseo de la fama; debía pisotear a todos los dichosos famosos que tenían una estrella. Si, definitivamente debía pisotearlas. Caminé sobre ellas, fijándome en los nombres de los famosos a los cuales pisaba; entretenido y satisfecho ya que todos me sonaban. Ido como estaba y que el sol me cegaba, no pude evitar chocarme con una chica. Alcé la vista, pidiendo disculpas inmediatamente cuando de pronto descubrí que era Scodelario –A ver si miras por dónde vas, eh? –le culpé sabiendo que ella no era la culpable de mi torpeza.

Escuché atentamente lo que escupió al principio Kaya por su pequeña boca, y vi como al comprobar quien era yo; se callaba para gastar una de sus típicas bromas. Rodé los ojos, un tanto aburrido –Debes mejorar tu repertorio de bromas, lo digo enserio; aburren –comenté, frunciendo los labios hasta que quedaron en una línea curva y me encogí de hombros; escuchándola. Lo último que murmuró hizo que en mí se creara una leve sonrisa curva, solo eso; leve –Habló la chica que cada vez está más desgastada –comenté; sin preocuparme siquiera una milésima de que ella me escuchara. Es más, quería que me escuchase. Para excusarme de aquel comentario, simplemente curvé una sonrisa; esta vez más amplia que la anterior, y pasé uno de mis brazos por sus delgados hombros empezando a caminar.

Ella se podía burlar de mi estatura todo lo que quisiera y más; debía admitir que de los cuatro de mi grupo era el más pequeño en cuestión de musculatura y tamaño, pero ella era mucho más pequeña y bajita que yo. Miré un rato el horizonte, sabiendo que ella no iba a quitar mi brazo de sus hombros; era algo normal en nuestra pequeña “relación” de conocidos, por decirlo de algún modo -¿Y tú qué haces paseando por estas calles, eh? –le pregunté, ocultando lo mejor posible alguna pizca de curiosidad que sentía. En vez de comenzar la conversación con un “¡Cuánto tiempo!” o “¿Qué haces tú por Los Ángeles?” preferí comenzarla como si hiciera minutos que no nos veíamos, resultaba mejor y menos escandaloso que un reencuentro de película.

Alcé las cejas, sin una pizca de sorpresa cuando se tomó mi burla como un cumplido, típico de ella; era así. Antes de agarrarla por los hombros, no pude evitar fijarme en su vestimenta, algo que nunca cambiaba. Su típica cazadora y sus botas de ante iban con ella casi siempre, y obviamente alguna de sus camisetas anchas; haciendo que tú poco a poco comenzaras a imaginarte alguna que otra cosa. En muchas ocasiones había llegado a tal punto de pensar que a Kaya le había afectado demasiado el papel de Elizabeth Stonem, incluso me arriesgaría a decir que le había cambiado completamente. Su estilo, su carácter e incluso la forma en la que hablaba; había cambiado. Pero no era capaz de decir la magnitud de aquel cambio, pues a Kaya la conocí mejor después del rodaje de Skins; antes tan solo la conocía de vista, ni más; ni menos. En cambio yo... no, no había cambiado. Traía puestas unas bambas grises, una camiseta ancha y unas simples deportivas. ¿Para que más? Pues bien cómodo que iba yo.

Mis sospechas se hicieron ciertas, pues ella no apartó mi brazo de sus hombros; el cual se adaptaba perfectamente gracias a su pequeña estatura y su estrechez de hombros. Escuché atentamente lo que me dijo, asintiendo lentamente con la cabeza; como si aquello que me estaba contando fuese lo más importante del mundo, alguna fórmula secreta o el código para conseguir dinero en el videojuego de los Sims. Apreté los labios, produciendo en mi cara una mueca un tanto extraña –Tú, agobiarte. ¿En serio? –comenté, para después producir una leve carcajada seca y cortante.