¿un capuccino y algo más? venga por favor, ¿me vienes a acompañar? {Colton}

Domingo a las 20:18. Lejos de pensarme la idea de estar en casa aburrida y tapada con una manta hasta el cuello, preferí salir de la cocina donde me encontraba preparando las cosas cuando se me antojase hacerme la dichosa cena, para así poder ir a dar una vuelta y caer ahí, donde mis pies me parasen. La verdad es que hacía tiempo que me apetecía salir, pero mi suma vagancia había efectuado que no moviese ni un solo dedo hasta ese instante. Viva la energía femenina.

Así pues, tras meterme en la ducha y pasarme allí... veinte minutos, cinco arriba cinco abajo, salí con una toalla enroscada a mi precioso cuerpo, mientras buscaba algo con lo que vestirme. Lejos de salir demasiado arreglada solamente para dar una vuelta, me puse algo sencillo. Una camiseta a rallas junto con unos pantalones vaqueros bastaría. Mi rubia melena quedó recogida en una coleta un poco al lado con cierta gracia, todo hay que decirlo.

Poniéndome con algo de torpeza los tacones al salir de la puerta, cerré todo con llave, asegurándome que llevaba el móvil encima. Perfecto. Comencé a caminar en sentido a ninguna parte, a ver hasta donde llegaba, esperaba que un buen sitio como mínimo, y sino, ya me las apañaría yo para amañar el trayecto.

De esa manera fue como me llegó un cierto olor a café, chocolate caliente y capuccinos. Algo muy apetecible desde luego. Giré sobre mis propios pies para fijarme que estaba al lado de un Starbucks. ¡Perfecto! Ya tenía el lugar donde me quedaría por un tiempo. Me acerqué hasta la puerta la cual abrí con cuidado para después pasar tras ella, acercándome a la barra sin importarme las miradas de las personas que allí había. Sonreí al camarero antes de pedir con suma brevedad:

-Un capuccino, por favor, con nata por encima.

Sí, era un día gris y extraño. El frío apenas era notable, pero las nubes anunciaban lluvia. Todavía seguía en mi casa, cuando justo acababa de colgar a un amigo mio de toda la vida. No tenía que hacer nada, en casa me aburría. Y bueno, quería salir para que me diera un poco el aire, asi que me puse mis vaqueros blancos y una camisa sencilla; y por supuesto, me heché mi colonia de "Le Male", mi preferida.

Cuando llegué a la calle, se me ocurrió la idea de ir al sitio en que tantas tardes he pasado tirado en un sofá, oliendo café recién molido y tomandome un Capuchino. Así que allí me dirigí, al Starbucks de siempre. Al abrir la puerta sono la campanilla, que anunciaba que alguien entraba, y seguidamente pasé a la cafetería, y desde ahí, puse rumbo al mostrador para pedir mi capuchino de siempre. Pero una chica, una preciosidad, estaba apoyada, en aquella mesa de madera esperando a que le dieran su pedido, con tan delicadeza que me llamó la atención.

-Perdona, ¿ya has pedido?- la pregunté sin más a la bellisima chica.